miércoles, 17 de marzo de 2010

La opinión pública dominante y su impacto en el éxito o fracaso de una campaña

La relación entre campañas electorales y opinión pública introduce diversos interrogantes. Sin lugar a dudas, es el contexto lo que permite ver hacia donde apunta una campaña y a veces nos facilita entender también un éxito o un fracaso. Pero un detalle crucial que se puede advertir ya en la campaña de 1973 revela que la opinión pública es, por definición, cambiante y volátil, es una construcción, un fenómeno que se va adaptando a cada contexto que se vive.

Si se analiza el éxito o fracaso de las diversas campañas, siempre se pueden establecer relaciones tomando como eje los estados de opinión dominantes. La percepción clara de cuales son las expectativas, las inquietudes, las ideas-fuerza que guían a una sociedad en un momento dado, en un contexto particular, socioeconómico, político, cultural, es lo que permite entender las campañas, y por qué algunos factores permanecen y otros cambian. Los cambios en la opinión pública no significan un cambio de fondo en la sociedad o en los protagonistas sociales, es un cambio en el contexto, un cambio del eje comunicacional dominante, y eso es lo que va a marcar la capacidad de percepción por parte de los creadores de las campañas políticas.
La campaña política no tiene un eje principal en el diseño publicitario sino en el diseño estratégico acorde con las demandas de la sociedad. Si hoy planteáramos una campaña electoral haciendo eje en liberalizar la economía, flexibilizar las normativas sociales, privatizar empresas, ¡parecería una locura!, sería un fracaso total, sin embargo esos mismos ejes fueron fundamentales en la captación de voluntades no mucho tiempo atrás, en los años '90. Y los factores que justifican esos cambios son cuestione
s de contexto, no están ligados a hechos irreversibles.

Las campañas siguen una lógica: Buscan establecer cual es el eje dominante de opinión, y lo siguen, como si fuera un objetivo político en sí mismo.
Esos ejes dominantes no tienen fundamento en las convicciones, las ideologías o los programas partidarios, sino justamente en esos estados de opinión, que suelen ser tan volátiles como las condiciones meteorológicas. Por eso a las grandes tempestades pueden suceder tiempos de calma absoluta.

En 1973, los mismos protagonistas de la campaña fueron los actores del cambio político que se venía. Una campaña que se hizo ante todo con carbonilla, en un intento de responder a amplios sectores de la sociedad que luego pueden haber encontrado o no respuesta en la gestión política que siguió.

Lo mismo pasó en el '83, donde las campañas lograron un consenso tan grande que las encuestas realizadas luego de que ganara Alfonsín, mostraron que muchos votos más hubieran ido hacia Alfonsín si no pesara el voto cautivo en el otro partido.
El resultado electoral 52% a 42% se convirtió luego en una base más amplia de casi 80%
de consenso, con unos ejes de campaña que hablaban de sumar criterios en unidad política. Ese fenómeno del '83 se extendió al interior del país en el '85, cuando el peronismo pierde una cantidad importante de provincias, que recién se empiezan a recuperar en el año 87.

Todos los ejes de campaña tenían que ver con las expectativas de la sociedad en aquel momento, los resultados del '83 no eran imprevisibles. La gente tenía, en su memoria política reciente, el mismo nivel de rechazo hacia el último tramo de gestión del gobierno justicialista que hacia el gobierno militar posterior.

La campaña logró captar esos estados de opinión, y algo parecido se produce en el '99, cuando ese fenómeno político complejo y contradictorio que fue la Alianza, logra despertar expectativas muy dispares y produce una campaña "ejemplar" en lo que atañe a conseguir votos.

Nunca hubo una campaña tan exitosa seguida de un retroceso tan rápido respecto a su credibilidad. Cuando asumía De La Rúa aumentaron un 15% las expectativas de éxito, pero 4 meses después la imagen del gobierno bajaba en un tobogán imparable de deterioro hasta terminar, en el 2001, con la crisis política más importante de los últimos tiempos.

Las campañas políticas, los estados de opinión, los climas de opinión pública, integran un fenómeno íntimamente correlacionado.

Al margen de los cambios tecnológicos que han habido, relacionados con la estética, en el fondo de las campañas lo que uno puede encontrar son cambios profundos en la sociedad respecto al sistema de expectativas políticas, y el acierto o desacierto en su percepción determina los resultados de una campaña, pero no es una garantía de gestión, porque la gestión de gobierno es otro fenómeno que debe ser considerado aparte.

Julio Aurelio

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