lunes, 22 de marzo de 2010

¿Qué hay de espectacular en una campaña política?

De la sociedad del espectáculo al poder político


Las sociedades del espectáculo son perfec tamente compatibles y proporcionales con la materialización de una campaña política. El espectáculo tiene el poder de generar pasiones, emociones y acciones, tiene la capacidad de reunir, de persuadir y de identificar. Es el cultivo ideal para el proselitismo político que busca llegar al poder a través de un poder primario, fundante y legitimador que se encuentra expectante en la sociedad del espectáculo.

El espectáculo no solo es el fin, es el inicio, es el punto de partida para consolidar un show mayor; un gobierno espectacular. No se puede alcanzar el poder sin haberse robado el show, es decir, sin haber hecho un espectáculo alucinador, divertido y envolvente, que se convierta en trampolín para llegar a la meta.

El espectáculo tiene el poder o la capacidad de transformar emo ciones y sentidos en el ser humano y a su vez tiene la capacidad de crear reacciones. El espectáculo es de una u otra forma el reflejo de ese grupo de individuos que puede transformar, es el reflejo de la sociedad. Así plantea Debord, al espectáculo como “… el modelo de vida socialmente dominante” e indispensable en cualquier sociedad.

No solo para la sociedad, sino además y sobre todo, indispensable para la política pues la sociedad vive en el espectáculo pero el poder político vive del espectáculo. Sin espectáculo no hay razones para persuadir, para gustar y hacerse querer. Sin espectáculo no hay legitimador, no hay quien mantenga al régimen con vida.

La política afecta a todo los seres humanos, a todos en conjunto, pues “la realidad individual se ha hecho social en la medida en que es directamente dependiente del poder social”, en este caso concentrado en los ciudadanos, de allí que la campañas sumen por miles, no de a pocos o de individuo en individuo. Allí en el espectáculo está reunida la sociedad entera, esperando ser embelesada, enajenada y seducida por la propuesta más espectacular, la más llamativa y urgente, la que más risas y adhesión genere. El espectáculo conlleva al poder social y el poder social al poder político.

Pero no todo espectáculo es entretenido o exitoso, no todo espectáculo cautiva y mueve el ánimo de la sociedad. Existen otros discursos dominantes, existe además opinión pública e intereses particulares, existen movimientos como manos invisibles que se hacen sentir sin dejarse ver que configuran el ambiente político y social según sus necesidades. En el ruedo político no solo se gana de alharaca y de espectáculo, acá el “azar”, el poder de hecho, los acuerdos y las maquinarias también cuentan.

La espectacularidad de una campaña política no garantiza el triunfo de un candidato, suele suceder que son los candidatos los espectaculares por sí mismos, o la coyuntura política y social los espectaculares, que deslumbran y se roban la atención por su diversión pública.

Tampoco la inversión económica exagerada en aras de llevar el espectáculo de una campaña política a más expectantes garantiza el éxito en las urnas, la inversión en política no es por completo un problema de rentabilidad, por eso es espectáculo no depende solo del montaje sino además de buenos actores, que entretengan al público y ganen su admiración, materializado en votos.

El reto de una campaña es convertirlo todo en interpretable, en difuso, pero posible, en ambiguo pero contundente, en volverlo todo en algo digerible para que la audiencia se identifique y goce con el espectáculo. El reto es generar un ambiente de confianza y conformismo, de necesidad en donde la campaña ofrece y promete y el ciudadano encuentra respuesta a su necesidad.

El político, vendedor de ilusiones, no solo debe gustar, debe saber actuar y mostrase sexy al espectáculo, imponer su imagen y ganarse la memoria del auditorio, el político debe ser la estrella del espectáculo.

El político star es aquel, al que la fama y la admiración lo hacen grande, tiene seguidores, fans, programa de televisión y radio, audiencias en vivo y todo un espectáculo mediático que los hace poderoso con las masas. Como lo define Omar rincón, el político star es aquel convierte todo su discurso en una sola imagen, un producto, una marca, solo apariencia, buena fachada y cercano a las preferencias y gustos sociales. La vida del político star se parece a una emotiva novela de televisión, con desen cantos, alegrías, pataletas y enemigos, romances y tensiones que atrapan la opinión pública y la hacen vibrar a su ritmo. Este político sí es, todo sentido, un gran referente de las sociedades el espectáculo. Que ven en él lo que a la sociedad espectacular le faltaba; un líder espectacular. Sin embargo un político star tampoco garantiza un espectáculo social y mediático duradero, plenamente legitimado a largo plazo, de tras de su show se esconden grandes estrategias de conductismo y demagogia, se esconden fuerzas oscuras que “libretean” la actuación del Star. Pero todo este andamiaje no importa a la sociedad, pues para ella la imagen basta, la forma es lo que importa, el fondo y la esencia son para pensar, para analizar y tomar decisiones, pero a las sociedades del espectáculo no se les pude detener, pausarlas e invitarlas a reflexionar.

“la sociedad de masas se caracteriza por la homogeneidad de la población masiva y por la debilidad de la relaciones interpersonales y grupales” 1 La vulnerabilidad individual se convierte en poder social, la sociedad ve en el espectáculo del star la salvación, el camino y la solución; ahora la propaganda y los medios de comunicación se convirtieron en la herramienta de conexión entre una sociedad alienada y un líder con mera imagen.

Aun así tan crudo como parece, detrás del show hay opciones reales de verdad, de libertad, de emancipación al estilo Kantiano, los espectáculos se pueden convertir también en el detonador de una consciencia individual, de un proceso endógeno de responsabilidad social y política.

El proceso de construcción de nación debe estar fuertemente respaldado por la propaganda política y el espectáculo social que reunifique criterios al interior de los países. Los procesos políticos y las transformaciones sociales, dependen de gran medida de los espectáculos y de la influencia que estos posean.

Es necesario reestructurar la visión negativa sobre los medios de comunicación masiva, sobre los espectáculos y sobre el show, pues es evidente que ayudan notablemente al desarrollo y evolución de las sociedades y que además su buen uso y orientación funciona efectivamente como sistema educativo.

Las regulaciones que se puedan ejercer sobre los medios facilitan la integración en los espectáculos de todas las creencias, culturas y opiniones a los medios masivos, los individuos son libres de elegir que diario leer o canal sintonizar o por cual candidato votar, lo importante es que la pluralidad funcione como mediador entre el avance tecnológico y los hombres, entre el espectáculo, los valores y la libertad. Pasar del espectáculo a la consciencia individual es el reto hoy, no solo de medios de comunicación sino también de líderes políticos.

Coyunturas como las guerras, las elecciones y las campañas políticas, abren el espacio idóneo para la emergencia de espectáculos que revindiquen, justifiquen, legitimen, la posición ideológica o política frente a la coyuntura.

Así, aquellos momentos en los que el poder se encuentra en juego, son los más propicios para producir y ubicar el show, luego el espectáculo estrictamente político es aquel discurso que está vinculado y construido por la las luchas por el poder. Por el poder social.

El reto no es construir una campaña política espectacular, el reto del político postmoderno es hacer compatible la magia de su imagen con las convicciones y principios naturales de la democracia liberal. El reto es encontrar el equilibrio exacto entre la valoración social y la responsabilidad que otorga el poder.

Que siga el espectáculo mientras siga lo político, que siga el poder social pero iluminado, consciente y responsable, que siga la campaña política pero transformadora y liberadora, democrática y alucinante.

Juan Es. Restrepo-Castro

No hay comentarios:

Publicar un comentario